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En muchas casas hay discusión sobre si se puede estudiar con música o no. Normalmente los adultos dicen que no pueden concentrarse con ese ruido y los adolescentes dicen que sí pueden sin problema.
No hay una respuesta única ni correcta. La más aproximada es depende. Depende de cada persona y de las circunstancias. No se puede decir de forma tajante que no, porque es cierto que la música ayuda muchas veces en la concentración.
La música es una excelente moduladora de las emociones. Si nuestras emociones están calmadas, la concentración es más fácil. Ni con un gran enfado ni con una alegría desbordada podemos ponernos a estudiar porque nuestro cuerpo y nuestra mente no pueden centrarse en nada más que en esa emoción que nos desborda en este momento.
Con preocupaciones más sencillas la música es una ayuda muy útil y sutil. Una música que nos hace sentir bien nos ayuda a bajar los niveles de cortisol y segregamos endorfinas. Eso facilita la concentración y el aprendizaje. Es importante que la música tenga ese efecto de placer, no puede ser un estilo que no nos guste, por mucho que lo recomienden los expertos.
Además, cuando hay ruido en el ambiente, la música lo oculta y es menos molesta que gente hablando en la habitación de al lado, por ejemplo, o de la calle. En estos casos es realmente útil.
Si la música está muy alta, o nos incita al baile y nos lleva a movernos mucho, no facilita la concentración, sino la dispersión. En ese caso está contraindicada en el momento del estudio, seguro que hay otro momento para ese tipo de música.
En resumen, si es música que les ayude a concentrarse, es bueno que la pongan, si ponen bachata o similar y se ponen a bailar, entonces mejor no. Entre un extremo y otro hay mucho margen de negociación para que todas las partes se encuentren satisfechas.
Con el programa Estudiar con sentido aprenderemos a detectar nuestras necesidades para poder atenderlas lo mejor posible sin depender de que los adultos nos indiquen cómo hacer las cosas.
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